Iglesia Cristiana Remanente

Devocional: LA FE SIN OBRAS ES MUERTA – Santiago 2:20

Devocional: Agosto 1

Devocional: LA FE SIN OBRAS ES MUERTA Santiago 2:20
Pastor Enrique Godoy
Iglesia Cristiana Remanente
Calle Liverpool 44,
Colonia Juárez Ciudad de Mexico

#Iglesia #Iglesia_Cristiana #Remanente #Dios #Cristo #Devocional

Hermanos, ¿cómo están ustedes?
Pues aquí estamos nuevamente, eh, pues viendo el mismo, el mismo pasaje. Todavía estamos en Santiago, y bueno, noten ustedes que le vamos a poner como título “La fe sin obras es muerta”. Es como una conclusión de lo que hemos estado hablando.

Y vamos a leer el versículo 20. Dice:
“Mas ¿quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”

¿Saben ustedes qué significa hombre vano? Significa vacío.
Y, ¿sabes qué?, yo te pregunto: ¿estás dispuesto a reconocer esto de todo lo que hemos dicho ayer, antier, todos esos aquellos días? ¿O reconoces que estás vacío con una fe sin obras, que está realmente muerta?
Ojalá lo pudieras reconocer.

Santiago usa otra palabra aquí: muerto, diferente a la que estaba utilizando anteriormente. En el versículo 17, él usa la palabra arga, que significa infructuoso, significa un árbol que no da fruto. Es estar en la indigencia, como un árbol muerto, como un cadáver.

Muchos en las iglesias están así, eh, y no son mejores que una semilla muerta, realmente, que un árbol sin raíz, un nervio muerto. Entonces Santiago dice que tu fe está muerta y no hay beneficios en absoluto.
Muerta la fe = convicción superficial, falsa compasión o, mejor dicho, confesión vacía. Ese es el significado. No puedo yo esconderlo.

Como un ejemplo de la fe muerta, o mejor dicho, de un hombre vano, primero vamos a Hechos 8:5–11. Ahí veremos que Felipe había llevado la predicación al pueblo de Samaria, y predicaba con un corazón ardiente, un hombre de Dios, un santo hombre lleno de fe.

Hechos 8, por favor, del 5 al 11:
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente unánime escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos eran sanados. Así que había gran gozo en aquella ciudad.

Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.”

¿A qué te suena? A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo:
“Este es el gran poder de Dios.”

Y le estaban atentos porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.
¡Qué tremendo!, ¿no? Cuánto tiempo vivir engañados por alguien así.
Nota cómo a todos los tenía así, embelesados. Todos lo oían atentamente. No sé a qué te suene… Hay por ahí canales de televisión donde hay un montón de gente —cientos, hay miles de personas ahí oyendo a alguien que no está diciendo nada— y todos están embelezados.

Prácticamente, a todos los tenía engañados, embobados —perdón la expresión— porque estaban embrujados.

Pero fíjese cuando llegó acá Felipe. Miren en los versículos 12 y 13:
“Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, dice ahí, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.”

El mismo Simón. La gente estaba realmente convirtiéndose, estaban bautizándose.
De hecho, Simón estaba atónito —lo están viendo ahí—. Es maravilloso, ¿no?, por lo que veía.

Fíjense, había tres cosas por las que estaban asombrados, o él estaba asombrado de forma particular:

  1. El poder de la palabra por la boca de Felipe.
  2. Las señales y milagros que hacía.
  3. Los que eran bautizados.

Y vamos aquí a seguir leyendo lo que sucede en los versículos 15 al 17:
“Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.
Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.”

Noten aquí que la obra del Espíritu Santo era algo nuevo para ellos. Nunca antes habían visto esto. Era algo sorprendente para Simón también.

—¿Cómo le hacían estos hombres para que la gente recibiera el Espíritu Santo?— se preguntaba, tal vez.
Porque esto sucedió como una señal milagrosa, ¿no? Y, aparte, hablaban en lenguas tan solo con imponerle las manos.

—¿Cómo le hacían?— se ha de haber preguntado ahí Simón.
Entonces, mira lo que dice el versículo 18:
“Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.”

¡Wow! ¡Mira qué maravilla!
—Yo quiero ese poder. No puedo perderme de la oportunidad de hacer eso como parte de mi espectáculo—.

Seguramente, en ese momento debe haber imaginado sus arcas llenas de dinero al ofrecer su nuevo show.
¿A qué te suena eso?

Nota: tantos falsos que andan por ahí con muchos espectáculos, llenando sus arcas tremendamente de dinero.
Y eso es lo que pensaba Simón. Seguramente dijo:
—Debo obtenerlo a como dé lugar. Yo no sé cómo le voy a hacer, pero lo tengo que obtener.

Pero, ¡oh sorpresa!
Veamos lo que Pedro tuvo que decirle en los versículos 20 al 21:

“Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.”

¡Se acabó!
Pedro dice: Muérete tú conjuntamente con el dinero.

Y la pregunta que nos viene a la cabeza:
—¿Cómo estuvo eso? ¡Él había creído y, además, se había bautizado!—
Imagínate. Y ahora lo estaba maldiciendo. ¿Qué sucedió entonces?

Mira por favor el versículo 22:
“Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.
Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.”

Mira, básicamente Simón estaba en condiciones de servidumbre a los demonios e iniquidades.
Y muchos están así. Viven en hiel de amargura porque no pueden obtener lo que piden a Dios.

Y así es lo que sucede con todos esos sanadores. Yo fui testigo de eso, y lo digo con toda autoridad.
Los que no eran sanados, supuestamente —porque también es otra cuestión que no viene al caso comentarles aquí—, los que no eran sanados se marginaban.

No puedes tomar la obra del Señor como un juego ni un espectáculo para entretener a nadie.
Y muchos desean este tipo de cosas, de espectáculos, haciendo nula la palabra de Dios, haciéndola a un lado descarada y cínicamente.

Y, en vez de eso, hacen un show de la música cristiana como lo más importante, ¿no?
Y todos estos sanadores también tienen como fondo ahí musiquita, donde entran en éxtasis en un momento determinado.

Además, ofrecen sanidades y milagros y echan fuera demonios como si eso los convirtiera en hijos de Dios.
Como si eso los convirtiera en hijos de Dios.

Simón creyó y se bautizó (versículo 13). Seguramente muchos pensaron que era hijo de Dios.
Pero Pedro lo descubre y lo maldice.
No puedes maldecir a un hijo de Dios.

No estoy seguro, pero hay todavía muchos como Simón.
Muchos dicen creer y hasta son bautizados porque se sorprenden de todo lo que ocurre en el cristianismo.
—Ay, qué bello—.

Les vuelvo a repetir, como les he dicho algunas veces: tienen un tipo, o creen en un tipo, de cristianismo romántico.
Pero su fe no es genuina.
Es una fe muerta, como lo hemos estado diciendo.

Entonces, ¿qué pasó con Simón el mago?
Su actitud demostró un corazón no regenerado.
Tú puedes oír hablar de fe, pero la veracidad de esa fe ha de ser vista solo cuando puede ser verificada por medio de las obras.

¿Qué tipo de fe profesas?
Yo te traigo esto al conocimiento y te traigo realmente a la reflexión, para que entiendas realmente dónde estás,
en qué parte te encuentras.

Así que, hermano, hermana, amigo, amiga que me escuchas: reflexiona si tienes realmente la fe verdadera.
Y si no, es el momento para entregarte a Cristo y recibirle a Él como tu Señor y Salvador.

Arrepiéntete de tus pecados, como Simón lo hizo.
Entrégale tu vida a Cristo.

No hay otra cosa que valga la pena.
No hay ninguna otra cosa mejor que valga la pena.
Solamente Cristo en tu vida, y las cosas serán diferentes.

Que Dios te bendiga. Muchas gracias por escuchar esto.

ICR

Me convertí en 1982. Casi inmediatamente me dedique a Tocar y cantar para el Señor. Ministramos en la música por varios años. Estuve siendo discipulado por 8 años. El Señor me llamó al Pastorado en 1990. Estudié en el "Seminario de Puebla" donde hice una Licenciatura en preparación de Líderes. Seguimos ministrando con la Alabanza junto con mi esposa Lucy. Luego en 1991 me invitaron a "Grace Community Church" para hacer conciertos en la Iglesia Hispana. Y ahí conocimos a varios Respetables Pastores, entre ellos a John MacArthur, Henry Tolopilo, etc.

Seguí pastoreando la Iglesia Cristiana Remanente por varios años hasta que recibimos la bendición de tener Nuestro Propio Local y de Estudiar en el "Seminario Bíblico Palabra de Gracia" siendo la Primer Generación de Graduados. Luego fui parte de la Facultad y sigo enseñando Teología III y IV y Ministerio Pastoral I y II. Tenemos Tres Hijos cristianos por la gracia de Dios. Jonathan Godoy (graduado del Seminario), Tanya Godoy (Casado con un Pastor) y Isaías Godoy (Graduado en Master´s Seminary en Maestría en Divinidades y Maestría en Teología y estudiando el Doctorado) Mi esposa Lucía ha sido mi ayuda idónea por 48 años, y entre pruebas y luchas nuestra vida es para darle la Gloria y Honra a Nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo. Y nuestro principal propósito es que esta Iglesia sea UNA IGLESIA EJEMPLAR.

Agregar comentario

Siguenos

Encuéntranos en nuestras redes sociales y compártenos lo que Dios ha hecho en tu vida.